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PINDINGO
26/05/2006
Ayer murió Pindingo.
"Pindingo" Del Puerto.
A orillas del San Luis, donde vivió. Donde vivia
y amanso su existencia.
Al mismo ritmo que el rio.
Un símbolo del Rocha rural, agreste, trabajoso, lejano.
El canto de los Zucará lo recordaba como "viejo
balsero" aunque a rigor histórico el balsero
era Juan Jose Cardoso y "Pindingo" el puentero.
Se conocían. Se recelaban. Uno en la balsa, otro
poniendo fin al cruce dependiente, haciendo puentes. Como
que uno cancelaba al otro. Así convivieron décadas.
Eran amigos. Muchas veces me hacía recordar a Carmelo
Cabrera, allá em Rivera, constructor de puentes,
em plena revolución.
Pindingo era uno de los Del Puerto que conocí en
mis primeras patriadas de la política. Recorrer el
Departamento con el verbo del herrerismo y no conocer a
los Del Puerto es imposible. Blanco de pura cepa, doble
tatuaje decíamos entre nostros, igual que sus hermanos.
Algunos ya se fueron, Oriental y Aquilino; otros siguen
en la huella, Leonel, Innumerable, Rogelito.
Una gran família de blancos y herreristas.
Disfuruté de su amistad y reconocimiento. Lo recuerdo
incluso yendo a Monetevideo a las proclamaciones partidarias.
Encantado con su militância. Actos, cabildos abiertos,
caballería em fin... Una relación afectuosa
que me permitió visitar su humilde rancho, a la vera
del rio, muchas veces, recibir sus consejos, escuchar sus
cuentos de puentes, de rio, de crecidas.
Pasó de largo los 90. Vivió y fue querido
por sus vecinos que le admiraban su trayectoria y lo reconocian.
Un vecino silencioso con una prolífica família
que se há forjado, ahora, más allá
del rio.
Es que los tiempos cambian. Ese paisaje del camino hasta
la orilla, la balsa y luego emprender de nuevo, se há
marchado; un puente aqui, otro más allá ,
una rutina que se ensamblo con ese caserío rural
que, nacido junto al San Luis, se siente orgulloso de su
destino.
Cuando caiga la tarde, los vecinos iran caminando hasta
el cementerio, y despedirán a uno de sus viejos vecinos,
que amaneció en la primer década del siglo
pasado, que hundió sus raices en el pago chico, que
vivió y crio família y que ahora vuelve a
la tierra, en la misma orilla del sinuoso companero que
sigue su camino hacia la laguna; y esta vez, más
silencioso que nunca, quizás sepa de la falta del
amigo que se animó a unir sus orillas.
Una leyenda del pago chico quedará ahora para recordar,
revivir, valorar, permanencer.
Es lo mejor que haremos.
José Carlos Cardoso
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